Ayer tuvimos la cena de bienvenida en Boulonger. Acudimos la mayoría de los Erasmus pero alguno no pudo ir porque no se inscribió a tiempo. La cena empezó a las 18.30 de la tarde y la verdad es que la comida fue muy escasa: un pequeño trozo de carne acompañado de cuatro patatillas asadas y verdura. Afortunadamente, junto a mí hubo gente a la que le sobró comida y pude terminar de llenar mi estómago con la carne de Aurora, las patatas de Eva y las verduras de Javi y Andy. De postre, un helado de nata con moras. Desde luego, la cena no fue lo que se esperaba por el precio que pagamos: 120 coronas.

Lo que sí estuvo bien fue el ambiente. Las imágenes de Suecia proyectadas al principio de la cena precedieron a las actuaciones musicales. Una de ellas consiguió que hiciéramos una conga gigante que acabó en un limbo. Y de fondo, un juego que acompañó la noche en el que cada uno tenía una gomilla y, si conseguías que alguien contestase no a alguna pregunta, ganabas la suya, con premio para el que más gomillas consiguiese. El ganador consiguió 16 mientras que yo acabé con 5, aunque perdí 2.

Ya hace una semana que no actualizo. Y es que esto es un no parar. Apenas tengo tiempo para descansar pero de vez en cuando tendré que sacar unos minutillos para escribir algo. Hoy os voy a hablar de la ruta que hicimos, de nuevo, en la colina Billingen el pasado sábado.

Ya era hora de estrenar en condiciones mi bici. Como Jorge por fin se compró la suya, decidimos pasar el sábado a dos ruedas en el Billingen. Carlos también se apuntó, con la bici de Manolo. Y quedamos con más gente, aunque sin bicis, para comer juntos en el lago: Fran, Marisol, Rubén, Eva, Behzad y Javi, aunque este último se perdió y no apareció. Seguir leyendo…

La última actividad programada en la semana de introducción era un viaje a Gotemburgo (Göteborg, en sueco). En realidad, esta excursión consistía únicamente en dos horas de una visita guiada por la ciudad, que nos costó 5 euros. Para el transporte cada uno se las tenía que apañar como pudiera.

La visita estaba prevista para las 2 de la tarde del pasado sábado. Pero casi todos pensamos que, ya que íbamos a hacer el viaje, lo mejor sería llegar a Gotemburgo tempranito para aprovechar el día al máximo. Así que decidimos coger el tren de las 8.32. La noche anterior hubo fiesta en Boulonger y al final a esa hora solamente nos presentamos Carlos, Eva y yo. Por 240 coronas (unos 25 euros) compramos el billete 24 horas que permite coger cualquier transporte público dentro de la región.

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Aunque la ciudad de Skövde ronda los 50 mil habitantes, las distancias son muy largas debido a la cantidad de casas unifamiliares que hay. La universidad está cerca de la residencia, a unos 7-8 minutos andando, pero el supermercado está a más de 20. Moverse por la ciudad acaba siendo un auténtico suplicio y, como todo está perfectamente acondicionado para las bicicletas, la solución es clara: conseguir una bici.

Hay un tipo que se dedica al negocio de las bicicletas de segunda mano. Celestino (alias bicicleto) pone carteles en la universidad y en las residencias de estudiantes. Casi todos hemos ido a hablar con él para ver qué nos ofrecía. Y a casi todos nos ha dicho algo distinto. Las bicicletas no son nada del otro mundo, algunas de ellas con problemas como frenos o cambios de marchas rotos. El precio ronda los 70-80 euros pero si la bici está muy bien te pide más de 100.

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Los primeros días de convivencia en la residencia fueron difíciles, especialmente para los que vivimos en la tercera planta. Nuestra cocina se convirtió en una verdadera pocilga. Sartenes, ollas y platos sucios por todos lados. Comida y envases ocupando los pocos espacios disponibles que quedaban. Para colmo, un día nos encontramos con el suelo y las paredes repletas de tomate. Así no hay quien pueda usar la cocina.

Pero la suciedad no estaba sólo en la tercera planta. Las escaleras que unen la primera con la segunda planta amanecieron un buen día con un vómito de alguien que ni siquiera masticó sus espaguetis. Unos 3 días estuvo eso ahí sin que el dueño se dignase a limpiarlo. Usar las escaleras se convirtió en una odisea. Seguir leyendo…